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Navarra adapta sus hogares, espacios públicos y condiciones de trabajo al incremento de las olas de calor

En Navarra ya se han activado algunos ejemplos de refugios climáticos en espacios públicos

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  • Refugio climático en Bidaurreta. Fotografía: Ayuntamiento de Bidaurreta.
  • El proyecto LIFE NAdapta favorece la mejora de distintos planes y estrategias del Ejecutivo foral para paliar los efectos nocivos de las altas tempera

Las olas de calor que estamos viviendo, cada vez más intensas, frecuentes y duraderas como consecuencia del proceso de calentamiento global –y es algo que, lejos de amainar, tenderá a aumentar, según las prospecciones técnicas–, están obligando a nuestro sistema a desplegar distintas estrategias y mejorar planes para adaptar viviendas, espacios públicos o condiciones de trabajo, entre otras medidas.

Ante este fenómeno inexorable, el proyecto LIFE-IP NAdapta-CC de adaptación al cambio climático que lidera la Dirección General de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra –coordinando la acción de distintos departamentos, sociedades públicas o la UPNA- está trabajando en la mejora de distintos planes públicos de rehabilitación de edificios, regulaciones laborales específicas, protección de población vulnerable o creación de llamados refugios climáticos de zonas verdes o de sombra en los espacios públicos, entre otros, que contribuyen a paliar los efectos nocivos que las olas de altas temperaturas tienen sobre el medio ambiente, la salud de las personas o su vida cotidiana.

La Comunidad Foral alcanzó hace dos años las temperaturas más altas de su historia desde que existen registros; el pasado año fue el segundo más cálido y las olas de calor que se están viviendo durante este mes de agosto hacen pensar que este año va a seguir la misma tónica. No sólo eso, las prospecciones técnicas que, con metodología científica, le permiten a Navarra proyectar datos a largo plazo predicen que las olas de calor van a ir incrementándose notablemente –en un 60%- durante el próximo medio siglo. 

Así, del promedio de 4,1 olas de calor que se prevén padecer cada año en el período 2020-2050 pasaremos a vivir 6,7 anuales durante las tres décadas siguientes, mientras que la duración de las mismas aumentará, en la misma proporción, de 6,8 días de altas temperaturas extremas a 9,3 jornadas, según un estudio realizado por la agencia Lursarea, adscrita a la sociedad pública Nasuvinsa, en el marco del proyecto europeo LIFE NAdapta. El año pasado, sin ir más lejos, se contabilizaron en Navarra 8 alertas de calor entre los meses de julio y agosto, duplicando el promedio previsto para el vigente período, y en total se registraron 24 días sofocantes en los que, según la agencia de meteorología AEMET, el termómetro llegó a alcanzar los 42ºC en la estación del aeropuerto de Noáin / Noain.

Más de cien indicadores y los sistemas de alerta

Aunque no hay consenso ni una definición clara, técnicamente se considera que las olas de calor son episodios meteorológicos extremos asociados a una temperatura elevada, sostenidos durante al menos tres días consecutivos y que pueden prolongarse incluso durante algunas semanas. Navarra está midiendo el número, la duración y la intensidad de las olas de calor que se padecen al año y ha ido desarrollando diferentes planes y sistemas de alerta para monitorizar, definir e implementar medidas que urge adoptar para adaptarse y anticiparse a los innegables efectos que el calentamiento global está causando ya sobre el territorio, los entornos urbanos, el tejido productivo o la salud de las personas.

En este sentido, el proyecto LIFE NAdapta trabaja con una batería de más de cien indicadores agrupados en torno a quince cadenas de impacto, teniendo varios de ellos relación con la temperatura en el medio y los efectos en la salud. De esta manera, Navarra consigue evaluar la amenaza, la exposición, la vulnerabilidad, el impacto y las medidas de adaptación necesarias para afrontar los efectos del cambio climático.

En palabras de Estrella Miqueleiz, técnica del Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra (ISPLN) y responsable del área de Salud del proyecto LIFE NAdapta, se prevé que, de aquí en adelante, las olas de calor sean “cada vez más frecuentes, más duraderas y más intensas”. Este hecho “no solo conlleva un impacto negativo en el medio ambiente, la economía o la vida cotidiana de la Comunidad Foral, sino también en la salud de sus habitantes, ya que podría aumentar la morbi-mortalidad asociada al calor”.

En el verano de 2022, por ejemplo, se detectó un aumento del número de alertas sanitarias, urgencias atendidas y casos declarados por patología asociada al aumento de temperaturas. Ese año ocho personas fallecieron en Navarra por causa directa del calor, una cifra muy elevada para lo que estábamos acostumbrados en los años previos.

Vivienda y refugios climáticos en espacios públicos

El ISPLN ha desarrollado un plan de prevención de los efectos en salud del exceso de temperaturas y de la contaminación del aire en Navarra, que se actualizará anualmente, para ampliar el conocimiento y adoptar medidas de adaptación efectivas y suficientes. “Un aspecto muy importante es la adaptación de los entornos a las altas temperaturas; tanto las viviendas o edificios como los espacios públicos, con zonas de sombra, zonas verdes o refugios climáticos”. Con estas medidas se pretende construir espacios urbanísticos donde la sociedad pueda resguardarse tanto de las altas temperaturas como de otras condiciones meteorológicas que pongan en riesgo su salud. “Debemos ir avanzando en planificar ciudades saludables que den una alta prioridad a la salud en todas sus actuaciones”, valora Estrella Miqueleiz.

Los refugios climáticos son lugares, naturales o urbanos, que habilitan u ofrecen los municipios a su vecindario para poder refugiarse ante una circunstancia climática extrema, como inundaciones, olas de frío o de calor. En Navarra ya se han activado algunos ejemplos como la creación de un espacio a la sombra de los tilos en la plaza del pueblo de Bidaurreta, la conversión de un solar de cemento en un jardín con plantas adaptadas al cambio climático en Villava, la nueva plaza verde diseñada en la localidad de Arboniés o la apertura de la ermita del Calvario en Cáseda, entre otros.

En el ámbito de la vivienda, el problema reside en las afecciones negativas que las olas de calor ocasionan a los estándares de confort térmico de las personas, sobre todo a las mayores de 80 años que viven solas. “Contamos con una sociedad cada vez más envejecida, por lo que la población vulnerable a las altas temperaturas también está aumentando”, señala la técnica del ISPLN.

En este contexto, el Gobierno de Navarra puso en marcha, a partir de 2016, una estrategia de intensificación de las intervenciones de rehabilitación energética de viviendas y regeneración urbana a escala de barrio, enmarcado en el plan Biziberri. Desde entonces, las ayudas públicas llegaron a cuadriplicarse hasta 2023 al alcanzar los 43 millones de euros de subvenciones al año y una inversión total por parte de las comunidades vecinales de 120 millones anuales en este tipo de actuaciones en casi 9.000 viviendas, lo que le situó a la Comunidad Foral a la cabeza del Estado en materia de rehabilitación. Además de las ayudas, a partir de dos experiencias piloto iniciales en el barrio tudelano de Lourdes y en el pamplonés de la Txantrea, la sociedad pública Nasuvinsa creó una red de equipos de profesionales en barrios y pueblos de toda Navarra para dinamizar y ofrecer acompañamiento técnico a las comunidades en todo el complejo proceso que implica la rehabilitación energética de sus edificios. “Con el aumento de las temperaturas, las viviendas, y por tanto sus habitantes, son cada vez más vulnerables y es imprescindible el impulso del sector público para acelerar la rehabilitación energética”, alerta Beatriz San Martín, técnica de Nasuvinsa. A su vez, en el marco del proyecto LIFE NAdapta, esta sociedad pública realizó un visor de vulnerabilidad del parque residencial de Navarra, así como una guía de arquitectura, urbanismo y cambio climático. 

Asimismo, en esta estrategia por adaptar los edificios residenciales al cambio climático, Nasuvinsa se adelantó en tres años a la directiva europea que, a partir de 2020, obligaba a que todos los edificios residenciales de nueva construcción fueran de consumo casi nulo (ECCN/nZEB) y en 2017 incorporó el estándar Passivhaus a sus promociones de vivienda pública del plan Navarra Social Housing, de edificación sostenible.

Sensibilización en el ámbito laboral y la ‘cultura del calor’

En relación con el impacto que el incremento de las temperaturas tiene sobre la salud laboral, una tercera parte de los 92 casos de urgencia que requirieron atención sanitaria por olas de calor el pasado año en Navarra ocurrieron durante la jornada laboral. Amelia Aguilar, técnica del ISPLN, apunta que este organismo atiende a empresas, organizaciones sindicales o agentes de prevención de riesgos laborales para “identificar, evaluar, planificar y ejecutar todas las medidas necesarias para la gestión del peligro por estrés térmico, teniendo en cuenta las temperaturas extremas, las características de la tarea o los factores individuales de cada persona trabajadora expuesta al calor”.

Entre las medidas preventivas más importantes, destacan la adaptación de los trabajos a las condiciones ambientales como, por ejemplo, las interrupciones o aplazamientos de determinadas tareas al aire libre o la modificación de los ciclos entre trabajo y descanso, con el fin de proteger a la población trabajadora expuesta al calor.

La responsable del área de salud del LIFE NAdapta, Estrella Miqueleiz, añade que, desde el ISPLN, “queremos afinar nuestra tarea de emitir consejos a la población, de tal manera que logremos crear una ‘cultura del calor’ para que las personas sepan qué medidas preventivas adoptar en estos casos, en el ámbito de los efectos secundarios del cambio climático sobre la salud y de la concienciación de la sociedad sobre los mismos”.

Así, el ISPLN este año ha incluido por primera vez en su plan de prevención el factor de la contaminación del aire y sus efectos sobre la salud, entre los que se encuentran la irritación ocular, las dificultades respiratorias, la opresión del pecho o el mayor riesgo de enfermedades cardíacas y respiratorias, entre otras.

Refugio climático en Bidaurreta. Fotografía: Ayuntamiento de Bidaurreta.

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