Vicente Larraga, investigador del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CIB-CSIC), prevé que la pandemia de COVID-19 se extienda «al menos durante dos o tres años», aunque también considera que la normalidad volverá a España en «otoño».
«Lo lógico es que la pandemia disminuya mucho a partir de este verano y que en España esté prácticamente terminada a finales de 2021. Eso sería lo normal. Yo diría que podremos volver a nuestra vida normal el próximo otoño. Estamos teniendo algunos problemas con la vacunación, deberíamos ir más deprisa, pero para otoño debería haber un número elevado de personas protegidas y entonces el virus a la fuerza irá decayendo. Además, aunque surjan nuevas cepas, la enfermedad tiende a atenuarse. Ha sucedido en todas las epidemias a lo largo de la historia, ¿por qué va a ser distinto ahora?», comenta en una entrevista con el CSIC.
El investigador recuerda que la vacuna tiene que llegar «al mayor número de personas y sobre todo a las más desfavorecidas». «A menudo se olvida que mientras estas personas no estén protegidas, nosotros tampoco lo estaremos. Por ahora estamos solucionando la pandemia en el mundo occidental, pero la enfermedad va a continuar al menos durante 2 o 3 años, eso lo sabemos», ha resaltado.
Por ello, ha insistido en la necesidad de «seguir fabricando vacunas» y que España tenga su propia capacidad para hacerlas. «Esto va para largo y no podemos depender del exterior porque los intereses de otros no coinciden con los nuestros. Desde la capacidad de fabricar mascarillas hasta las vacunas, hay que reindustrializar España, y esa reindustrialización debe basarse en la innovación. Eso se consigue con investigación. En el siglo XXI, si no tienes el conocimiento, vas a ser un país muy subsidiario. No tengo manía a los bares, pero ya toca cambiar el modelo», ha reivindicado.
Larraga, que está desarrollando una vacuna contra SARS-CoV-2, cree que podría estar disponible a finales de año si todo sale según lo previsto. «Teóricamente, estamos terminando la fase preclínica de ensayos con animales. Digo teóricamente porque cuando trabajas en una vacuna nunca sabes cómo va a ser el paso siguiente. Esto es una carrera de resistencia. Seguiremos con estos estudios alrededor de un mes más. Cuando tengamos todos los datos, espero que sea a principios de primavera, acudiremos a la Agencia Europea del Medicamento. Si nos lo aprueban, empezaríamos ya con las pruebas en humanos y, si todo fuera bien, a finales de año tendríamos la vacuna terminada», narra.
Su vacuna se basa en una molécula sintética en la que han puesto todas las señales para que el gen de la proteína S del virus se integre, se produzca, sea reconocida como foránea por el sistema inmune y se genere la protección.
«Por eso no tenemos que hacer ningún ensayo en macacos. No es necesario y es una ventaja adicional porque, si las vacunas actuales dejaran de funcionar con cepas más resistentes, podríamos hacer una nueva en tres semanas; solo tendríamos que tomar la secuencia (de la proteína) de la nueva cepa, construir un gen que codifique para ella y volver a hacer lo mismo. Modificaríamos en el ordenador la nueva secuencia y nos saltaríamos el trabajo previo. Al ser una vacuna sintética, es más flexible y se puede adaptar fácilmente. Su otro punto fuerte es la temperatura», explica como ventaja de su vacuna.